INCONDUCIBLES... Lunes a viernes de 16 a 18 hs.

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Es una forma de vivir y sentir, es empatía, sentido común, juventud de espíritu que nos permite pensar, dudar y cuestinar recetas de vida, dogmas, mandatos sociales y toda imposición del sistema teniendo al conocimiento y el arte como principales aliados de esta rebeldía que busca como destino, libertad.

EN INCONDUCIBLES, HOY EMPEZAMOS CON...

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Quentin Blake ¡lo más!

jueves, 24 de julio de 2008

Paladar de lector

(Les propongo tener presentes las siguientes palabras: preconcepto, prejuicio, solitario, legitimado. Piensen en ellas mientras leen; no las busquen, porque tal vez no encuentren alguna/s. Es bueno jugar con las palabras).

“La lectura crítica (…) como una forma de conocerse a sí mismo, de descifrarse y descifrar el mundo, de encontrar en los libros y en los objetos de la cultura, alternativas para el crecimiento, para el diálogo, para favorecer el pensamiento y para desarrollar la sensibilidad.”
[1]
Los talleres de lectura con adultos han tenido diferentes adjetivos asociados (placentera y crítica por citar sólo algunos) que se han adecuado a los fines de un grupo y del momento en que han sido propuestos a la comunidad.
Por propio derrotero como adulto lector y como coordinador de talleres, prefiero adosar al término “lectura”, el adjetivo “activa”. Esto no quiere significar que los otros sean pasivos, sino que el compromiso lector en un taller de lectura activa reivindica participación y comunicación, incorporación de conocimientos académicos y no académicos, una nueva mirada sobre lo que se leyó en solitario y que se desea compartir con otros.
Estas acciones se expanden a través de reuniones (generalmente semanales) con una estructura básica que se ajusta al texto propuesto, a la incorporación de otros soportes (un film o una canción), o a la suma de un ensayo que amplía o acompaña; incluso –y no con poca frecuencia- cuando un compañero de grupo encuentra un artículo periodístico que justo va con el tema, etc. Los talleres de este tipo tienen absolutamente incorporados a los internautas (felices usuarios de internet): nuevos buscadores de información y actualización que sólo necesitan una excusa y una posibilidad para exponer lo encontrado.
Cuando se piensa en formular un taller de lectura activa, surgen preguntas que uno le haría al lector, que se hace como lector, y que orientan los pasos de quien hace la oferta:
¿Te gusta leer?
Hacer esta pregunta es el punto de partida: si no hay una opción por la lectura es más arduo incorporar al plan de actividades propias, la participación en un grupo convocado a partir de ser, en un principio, mero “comilón” de lecturas para convertirse en un “gourmet”.
Ahora, cuando estás leyendo algo que te magnetiza ¿quisieras comentarlo con todo el mundo?
Del mismo modo que en el cine, uno mira al costado al terminar de ver una película que le llegó a la cabeza y/o al corazón, esperando ver en la mirada del compañero circunstancial (o no) de sala lo mismo que uno siente, ese gozo, esa algarabía, ese hormigueo en la cabeza, con la lectura de algo que nos gusta pasa lo mismo: hace que se busque otro lector con quien decir, qué buen libro, este autor nunca me decepciona, esto nunca pensé que me gustara, me hizo reflexionar algunas cosas, etc.
Otra pregunta ¿Te das la libertad de decir “esto no me gusta” o “no es para mí” o “me re-aburrí”, etc.?
Más que una libertad, es el ejercicio de derechos ya conocidos: a no leer, a dejar de leer lo que no nos atrae, de picotear en diferentes lecturas, a ir a las últimas páginas del libro para satisfacer la curiosidad sobre si nuestra hipótesis relativa al final de la historia es correcta, etc.
Esto es también para compartir en un grupo de lectura activa. Sin esa posibilidad de poner afuera lo que un texto nos puso adentro, se mengua la práctica del libre albedrío lector.
Decime ¿Estás con ganas de conocer más gente con tu mismo o diferente gusto lector?
Como en todo grupo, cuanta mayor es la cantidad de opiniones que se ponen a consideración, más se enriquece la reunión; nadie puede considerar por si solo todas las posibles lecturas de un texto (¿una película?) y tampoco se lee o mira siempre con los mismos ojos: una lectura de hoy es diferente a la de nuestra adolescencia, y está bien que así sea, porque se da la posibilidad de agregar experiencia de vida, otros saberes, otras opiniones propias y ajenas.
Según Beth Atwood, el concepto de lectura como proceso solitario y antisocial es demasiado estrecho. La lectura es una de comunicación y la comunicación lleva consigo la expresión y el contacto social.
No hay interpretación “correcta” ni valor “intrínseco”, ni reacción adecuada al mensaje. Cada lector debe cribar, clasificar, condensar, analizar y evaluar de acuerdo con su propia experiencia y con el propósito que le mueva.
“Un lector no es nunca un Robinson Crusoe; cada vez que recibe un mensaje penetra en una isla habitada. La forma en que encuentre a los habitantes es cosa suya, pero con certeza los encontrará”
Prólogo de Cómo desarrollar la lectura crítica.
[2]

Ahora, ya despojados de algunos preconceptos sobre la lectura grupal, queda ver qué pasa con aquél que han pasado por esta experiencia. Se pudo observar que la mayoría sigue reuniéndose en ese u otro grupo, genera nuevas modalidades de coordinación, elige qué leer o ver con mayores y mejores herramientas que antes, cuando leía en solitario, incorpora términos a su vocabulario extraídos de sus compañeros o de las lecturas, busca otros coordinadores para comparar modalidades, se transforma en coordinador, en fin, hace de la lectura común y pública, una parte de su vida lectora tan importante para sí como la privada.
Y algo tan valioso como esto, es que el lector se despoja de prejuicios respecto de géneros literarios, a los que muchos adhirieron solamente por principio de autoridad académica (leer policial, ¡infantil!, ¿¡ciencia ficción!?,¿fantástico? Eso es cosa de chicos). Ni que hablar de variedad de escritores y nacionalidades.
La lectura entonces se transforma en aventura, algo que los adultos relegamos con añoranza a la juventud, antes de embarcarnos en tantas responsabilidades. Hoy en día vemos que le podemos otorgar un rato, que nuestros actualizados y/o diferentes conocimientos, nos aportan una nueva perspectiva sobre la realidad, y nuestra opinión es escuchada de otra manera fundamentalmente por nosotros mismos. Hasta es un tema agregado a la conversación familiar. Muchas veces han referido amigos de los talleres que les preguntan su opinión a la hora de regalar un libro, o sencillamente buscan con mayor seguridad lecturas para sí o para otros. Ahí es cuando uno saboreó un sorbette de limón que le aclaró el paladar y puede degustar un texto tal como un buen vino, un buen plato de comida o un tibio abrigo… solo o acompañado, es parte también de la libre elección.

[1] Reyes, Yolanda. ¿Dónde está la literatura en la vida del lector? En: López, María Emilia (comp.). Artepalabra : voces en la poética de la infancia. Buenos Aires : Lugar Editorial, 2007 (Relecturas), pg. 24
[2] Atwood, Beth. Cómo desarrollar la lectura crítica. 4ta.ed. Barcelona : CEAC, 1990. (Aula práctica).

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