INCONDUCIBLES... Lunes a viernes de 16 a 18 hs.

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Es una forma de vivir y sentir, es empatía, sentido común, juventud de espíritu que nos permite pensar, dudar y cuestinar recetas de vida, dogmas, mandatos sociales y toda imposición del sistema teniendo al conocimiento y el arte como principales aliados de esta rebeldía que busca como destino, libertad.

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Quentin Blake ¡lo más!

miércoles, 27 de febrero de 2019

Lectura: un secreto a voces



Desde el horizonte remoto del tiempo, las historias nutrieron la imaginación del hombre para decirle de manera eficaz que no se encuentra solo. (Gabriel Janer Manila, A los seres humanos les encantan las historias).1

Aquél que lee no está solo. ¿Cuántas veces dijimos o escuchamos esta frase? Pero, ¿quién lo acompaña a este lector? Buscando esa compañía pienso en otros que leen, habrán leído y leerán lo mismo que ese lector y en uno mismo, como lector. Pienso en el lector imaginario que se plantea un escritor al hacer su obra. Pienso en mí, leyendo el mismo argumento en diferentes momentos de mi vida.
Cuando hablamos de algo leído decimos que el texto “dice”. Hacemos de la lectura un sujeto, lo subjetivamos porque el texto “dice” lo que nosotros queremos o necesitamos que diga para nuestra propia satisfacción, estar de acuerdo o debatir. El texto siempre dice un decir de otro: el del autor, el de un personaje, el de quien formula una teoría o el de un personaje histórico.
Dice María Rosa Rey
2 que, en cierto modo, el acto aparentemente solitario, privado y silencioso de leer es un pensar de a dos, un pensar con otro que está ausente. Y de allí proviene en parte el placer de la lectura: de la posibilidad de sentarse a solas y sin embargo sentirse acompañado por alguien que adquiere presencia aún en estado de ausencia. Esto es muy importante para un lector: ponerle voz a un texto que dice y también asegurarse cierto anonimato (el suyo) al realizar un acto de lectura, y así tomar cierta distancia que le permite participar sin obligarse a intervenir.
Entonces, el lector no está solo. Y el autor necesita de un lector cómplice que escriba con él.
El concepto de lectura como proceso solitario y antisocial es demasiado estrecho. La lectura es una comunicación y la comunicación lleva consigo la expresión y el contacto social. Y antes que yo, lo dijo Beth Atwood
3, que sabe.
Entonces, tenemos la ocasión de hablar de lectura pública y la lectura privada.
La lectura privada ha sido en ocasiones el único refugio del lector, tan suyo como la memoria y, de igual modo, herramienta de sobrevivencia.
La lectura privada es aquella que realiza el lector autónomo, “que no lee por obligación ni por prescripción académica sino que hace de la lectura un proyecto de formación permanente, ligado a su proyecto de vida.
4 “Podríamos entender al espacio poético como ese tiempo, ese lugar, esa dimensión de la interioridad donde toda búsqueda, todo descubrimiento puede ser posible (…) Donde todas esas cosas puedan ser incorporadas a nuestras vidas cotidianas como factores de sensibilización y conocimiento. Por lo tanto, también, como factores de crecimiento y valorización de la existencia.”5
“En ese universo saturado de libros, donde todo está escrito, sólo se puede releer, leer de otro modo. (…) Una de las claves de ese lector inventado por Borges es la libertad en uso de los textos, la disposición a leer según su interés y su necesidad.” 6
Hay muchas formas de lectura pública. Por ejemplo están los talleres de lectura activa –generalmente con participantes adultos-, donde lo que se comunica es la lectura individual, solitaria, dialogada con el texto; de todas formas, privada. Entonces, ésta pasa a ser lectura pública. Esta es la que se da y se recibe, se desea compartir y se comparte.
En realidad lo que se participa a los demás, es el resultado de la/nuestra lectura, nuestra opinión, nuestras sensaciones y sentimientos, nuestro agradecimiento o reproche; lo que nos develó como distinto y queremos que otros también conozcan. Lo que nos recordó algún saber previo, alguna lectura o película vista en otro momento, y razonamos de diferente manera y hasta nos ayuda a una interpretación de nuestra/la vida. Lo que se comparte es el concepto, la hipótesis, la descripción, la interpretación, lo que nos marcó y tal vez marcamos.
La lectura pública, en forma de taller de lectura activa, es la que posibilita ese gesto de mirar al costado y decir una palabra, preguntar, esperar o sospechar lo que pudo haber leído un amigo de ese grupo, esperar con gusto el momento de verse con los otros, que tienen ese único secreto a voces que es la misma lectura compartida.

El lugar de las bibliotecas

Pocas cosas me conmueven más en mi trabajo en bibliotecas que ver a una señora con la bolsa de las compras entrando a una biblioteca para llevarse algo para leer.
O un señor que deja el auto o la bicicleta con sus herramientas de trabajo con el mismo fin.
O la mamá que forcejea con el carrito en el que lleva a su bebé tratando de hacerlo entrar en la biblioteca, o la que acuna a su hijo mientras busca en los estantes una novela, una revista, algo.
En esos instantes es cuando se me relaja el gesto y siento una vez más el placer de trabajar en una biblioteca pública.
Es un momento donde convergen la lectura pública y la lectura privada, y se evidencia plenamente el libre albedrío lector: un adulto de cualquier edad que hace participar a la biblioteca de su vida cotidiana, lo hace por uso de su entera libertad.
Lo hace porque sabe (al igual que nosotros los bibliotecarios) que la lectura es el instrumento por excelencia para acceder a la formación y a la información necesaria para la toma de decisiones.
El adulto ha sabido que en momentos socioeconómicos difíciles, en las bibliotecas públicas había espacio para equiparar oportunidades: por ejemplo, aprender a hacer arreglos domésticos, cría de abejas, cocina y artesanías; cuando no, era y es un espacio para la alfabetización, la adaptación a una cultura diferente, etc.
Participa del desarrollo de colecciones a partir de su permanente demanda de novedades o de recuerdo de anteriores lecturas. También demanda otras condiciones de los materiales (tipo y tamaño de letra en libros y revistas), Internet, etc.
Se entusiasma con la participación en talleres, clubes, capacitaciones, proyecciones de videos, festejos en los que la biblioteca los invita a compartir y hacerse presente.
Con la educación formal se pierde de vista la auténtica relación adulto-biblioteca. Porque como estudiantes (de cualquier nivel) se establece mayoritariamente un uso instruccional de los materiales bibliográficos. Sin embargo, la biblioteca espera pacientemente al lector espontáneo, curioso, desestructurado, para reformular el diálogo. Entonces aparece la mamá, la hermana, la abuela con las lecturas recreativas y placenteras.
La sociedad sabe que la biblioteca pública es una parte de la educación restringida al ámbito de la escuela, y también de la formación en sentido amplio.
La biblioteca pública es la instancia de la lectura pública que enriquece la lectura privada. Una persona que se acerca a una biblioteca puede reconocer otros ojos que antes leyeron esos libros, sabe que si alguien lo llevó, dejó algún comentario que lo guíe u oriente a la hora de la elección.
En la biblioteca pública, el lector ha experimentado más que en otros lugares sociales, la no discriminación: no se evalúa su capacidad interpretativa lectora, ni su “biblioteca interna”, ni la cantidad de páginas que es capaz de leer en el tiempo en que se presta el material. No. En la biblioteca un lector es siempre bienvenido, agradecido, y reconocido como individuo y como miembro de un grupo revelado, que participante de ese secreto a voces que es la lectura compartida, en un taller con otros lectores iguales a él, o en la mesa de su casa con…
Hasta pronto.

1 Janer Manila, Gabriel, “A los seres humanos les encantan las historias”. En: Piedra Libre, año VII, Nº 14, 1995.
2 Rey, María Rosa, “El pensar de la lectura”. En: Ensayos y experiencias, año 1 Nº1, sept.-oct., 1994.
3 Atwood, Beth. Cómo desarrollar la lectura crítica. 4ta. Ed. Barcelona : CEAC, 1990. (Aula práctica).
4 Reyes, Yolanda. “¿Dónde está la literatura en la vida de un lector?”. . En: López, María Emilia (comp.), Artepalabra : voces en la poética de la infancia, Buenos Aires, Lugar Editorial, 2007.

5 Devetach, Laura. Literatura y salud : el espacio poético. En: López, María Emilia (comp.), Artepalabra : voces en la poética de la infancia, Buenos Aires, Lugar Editorial, 2007.

6 Piglia, Ricardo. El último lector. 2da. ed. Buenos Aires : Anagrama, 2006. (Narrativas Hispánicas, 376).

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